Siempre existen imágenes que nos “tocan el alma”, que nos transmiten sentimientos de una manera especial. Cuando muchas de esas imágenes pertenecen a un mismo fotógrafo, es evidente que entre uno mismo y dicho artista, debido a su manera de entender y de tomar en fotografías las escenas mismas de la vida, existe una conexión especial, un lazo de complicidad emocional.
Cuando observo fotografías de otros autores lo hago con visión crítica, con visión técnica; exposición, composición, profundidad, ritmo, iluminación… y muchas, muchísimas de esas fotografías están tomadas de manera magistral por fotógrafos magistrales. Pero cuando aparecen ante mis ojos fotografías en las que olvido esa visión técnica y simplemente me abandono a la espectacularidad de lo que me transmiten, comprendo que estoy ante un fotógrafo especial, ante una fotografía especial.
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Edouard Boubat (Bretagne ; 1947). |
Son muchos los clásicos con los que me ocurre, pero puestos a elegir a unos pocos, no me ofrece esto ninguna duda. En primer lugar
EDOUARD BOUBAT (1923 – 1999), el viajero que supo trasladar a la fotografía no ya sus propios sentimientos, sino los sentimientos de las gentes que estaban en simbiosis con los entornos cotidianos donde se desenvuelven sus vidas. La fotografía de Boubat para mí es mágica; máximo grado al que yo puedo elevar una fotografía determinada.
HENRY CARTIER-BRESSON (1908 – 2004) del que me sorprende y excita su capacidad de captar el fascinante equilibrio del movimiento (que según él siempre se da en toda escena en un determinado momento). También admiro cómo compone Cartier-Bresson.
ROBERT DOISNEAU (1912 – 1994) El maestro del hechizo de la simplicidad. Imágenes limpias de un “profeta en su tierra”, de su París natal, del París sencillo y cotidiano.
NICOLÁS MULLER (1903 – 2000). Su fotografía es directa, complejamente sencilla. Muller representa para mí la valiente apuesta por la fotografía en las más difíciles decisiones de la vida de las personas; la apuesta, el compromiso y la pasión casi silenciosa por lo que hacía. Todo ello produce imágenes que me transportan mágica y directamente al contexto de la escena fotografiada.
FRANCESC CATALÁ-ROCA (1922 - 1998). La fotografía del día a día de una sociedad en la que me reconozco. Catalá-Roca sabe poner cada elemento en el sitio oportuno para contextualizar y a la vez humanizar la realidad que detiene.
CRISTINA GARCÍA RODERO (1949). Me fascina la pericia sencilla que tiene Cristina para reconocer la importancia no sólo estética que los ritos y tradiciones tienen en la vida de las personas y cómo los recoge y nos lo muestra desde esa óptica a la vez natural e impactante.
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Cristina García (En las eras ; 1988). |